El médico

Adaptación de la controvertida obra de teatro de 1912 Profesor Bernhardi, escrita por Arthur Schnitzler, El médico explora temas de ética médica y religión. En la obra de 1912, el médico es varón y el sacerdote es un hombre blanco. La producción actual, sin embargo, cuenta con una protagonista femenina y un sacerdote negro, con lo que incluye una maraña de políticas de identidad y género en la mezcla.

El Director, Robert Icke, que es Director Adjunto del Teatro Harold Pinter, ha hecho un trabajo estelar al entrelazar todos los elementos para conseguir una fascinante representación de 170 minutos. Capta maravillosamente la colisión entre ciencia y religión y retrata los argumentos de ambas partes sin prejuicios.

El papel principal lo interpreta la consumada actriz Julie Stevenson. Con múltiples nominaciones a los premios BAFTA y Olivier, realiza una actuación espectacular como la Dra. Ruth Wolff. Representa con asombrosa convicción el declive de su personaje, que pasa de ser una figura autoritaria y poderosa a una figura trágica perseguida hacia el final de la actuación.

La representación en el Teatro Almeida fue aclamada por la crítica y se elogió a Icke por insuflar nueva vida a la vieja obra, al tiempo que se aseguraba de que se mantuviera fiel a su intención original. Nada es blanco o negro, sino sólo distintos tonos de gris, ya que Icke se niega a dar ventaja a ningún personaje en la controversia en curso. La pura tensión de la Dirección hace que quieras estirarte hacia delante en la silla, mientras esperas con la respiración contenida la siguiente revelación.

La historia

Ruth Wolff es una doctora que dirige una clínica privada cuyo objetivo es encontrar una cura para la demencia. La Dra. Wolff, una de las mejores profesionales de su campo, está en la cima de su carrera y tiene una ética inquebrantable y una firme convicción en su integridad.

Un día, un paciente lucha por aferrarse a la vida. Llega un sacerdote con la intención de dar a la paciente la extremaunción antes de su muerte para absolver todos sus pecados. La Dra. Wolff, sin embargo, no tendrá nada de eso y quiere que su paciente tenga un fallecimiento silencioso y tranquilo, inconsciente del final. Niega al sacerdote la entrada en la habitación, convencida de que primero no debe hacer daño al paciente.

Los medios de comunicación no tardan en enterarse del incidente, y la ética médica y la religión pasan al primer plano del debate. Se lanzan acusaciones a diestro y siniestro, y lo único claro es que la situación se ha vuelto política. ¿Conseguirá la Dra. Wolff capear el temporal que se le viene encima o empezará a cuestionarse su postura ante esta precaria situación? ¿Acaso la íntegra Dra. Wolff carece de defectos en sus inquebrantables creencias?

Ideal para

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